Alfons XII

Este proyecto surge del encargo de transformar una antigua oficina en dos viviendas independientes. Una de ellas se destinó al alquiler y la otra, de 65 m², se concibió como segunda residencia para una pareja joven. El apartamento se encuentra en un edificio modernista de 1914, lo que aportaba un contexto arquitectónico con mucho carácter pero también con ciertos retos de adaptación.

La intervención consistió en liberar el espacio de todo lo superfluo y darle una nueva vida con una distribución sencilla, luminosa y práctica. La vivienda cuenta con una cocina abierta que se integra con el comedor y el salón, una habitación de matrimonio y un baño. La abundante luz natural y los techos de 3,40 m de altura, propios de un segundo piso en un edificio de esta época, se convirtieron en los mejores aliados para potenciar la sensación de amplitud.

Uno de los aspectos más importantes fue el diseño de la cocina. Al estar abierta al salón, se buscó evitar la imagen de una cocina convencional de apartamento: los electrodomésticos se ocultaron tras el mobiliario y la campana se integró en la placa de inducción, consiguiendo una estética discreta y sofisticada.

El proyecto también recuperó elementos originales del edificio. Se eliminaron los falsos techos registrables instalados en los años 80 para dejar a la vista la tradicional bóveda catalana. Para suavizar su característico tono rojizo y aportar más luz al conjunto, se pintó en blanco con pistola, logrando una textura más ligera y menos opaca. También se recuperaron las puertas y las ventanas originales de madera y se pintaron del mismo tono que el techo.

El resultado es un apartamento acogedor y funcional, resuelto con los muebles imprescindibles y una estética depurada que combina practicidad y calidez. Un refugio contemporáneo dentro de un edificio con más de un siglo de historia, donde la memoria modernista dialoga con un estilo actual y atemporal.